Rady oró como nunca antes lo había hecho, dirigiendo sus plegarias carentes de palabras no a un dios en specific, sino a quien correspondiere. Alguna forma de fuerza more desirable -nueva para él- le indujo a abrir los ojos y dirigir su mirada hacia su derecha. Allí se encontraba, de pié y con los brazos cruzados, los angeles dentista, quien le sonrió, y en su sonrisa cómplice Rady pudo percibir, inequívocamente, el profundo conocimiento -y correspondiente comprensión- que su gorda dentista tenía de todo lo que él había vivido desde el momento mismo en el que ingresó al consultorio. El muchacho entonces pudo mirarla -y verla- desde sus nuevos ojos, poseedores de una claridad de percepción que sólo l. a. experiencia del dolor más tórrido y de los angeles auténtica dicha pueden otorgar, y los angeles para él ahora indecible belleza de esta mujer, le cortó el aliento. El cabello de l. a. doctora -escaso, desordenado y alguna vez mal teñido de rubio- cubría parcialmente una frente amplia y abundantemente surcada por esa clase de arrugas que son más un producto de l. a. desdicha que del mero transcurrir de los años. En sus ojos cansados Rady pudo ver el reflejo de un alma generosa y abusada, en tanto que l. a. nariz, ancha e abnormal, le listó a esas muy castigadas narices que caracterizan a los boxeadores menos exitosos. Bajo ésta, el muchacho pudo notar un incipiente bigote, del tipo que lucen algunas mujeres de cierta edad cuando no se depilan; y de alguna manera, los labios de l. a. dentista le parecieron los labios de una mujer que no había sido besada lo suficiente. Un abundante sudor que nacía del poco poblado cuero cabelludo de los angeles dentista, y cuyo caudal iba incrementándose a medida que descendía a través de su rostro exhausto, confluía finalmente en una barbilla aguda y prominente, desde l. a. cual caía, en forma de incesante goteo, justo sobre esa misteriosa hendidura que poseen entre sus generosos pechos las mujeres de contextura exuberante. Se acercó a Rady con l. a. clara intención de examinarlo. Con un gesto leve y preciso, le ordenó que abriera l. a. boca, y luego de observar brevemente el estado de sus ahora desinflamadas encías, comenzó a palpar los angeles zona afectada con su rechoncha mano derecha. Rady cerró los ojos, y mientras sentía las suaves caricias de los dedos de los angeles dentista en el inside de su aún pegajosa y maloliente boca, desde su gratitud los angeles imaginó dejándolo amarla. Cuando Rady abrió los ojos -cosa que hizo sólo debido al easy deseo de mirar los de su ahora adorada dentista- ella seguía allí, absorta en una meticulosa exploración de su boca. l. a. muchacha de sonrisa publicitaria entró al consultorio trayendo consigo una humeante bandeja metálica. Al parecer, se trataba de fabric recientemente esterilizado, que colocó sobre un pequeño mueble que se encontraba casi al ras del piso. l. a. fetidez que aún flotaba en el ambiente le provocó una repugnancia que no supo disimular, y desandó el camino por el que había llegado tan velozmente como pudo. Luego de darle las gracias a los angeles doctora por lo oportuno de su intervención, y de pagar los correspondientes honorarios a los angeles mucha de sonrisa publicitaria, Rady se apresuró a marcharse cuanto antes de aquella maloliente habitación en cuyo inside había tenido l. a. desgraciada fortuna -o los angeles afortunada desgracia, según se mire- de experimentar las formas más ricas y complejas de dolor y de alivio que su joven alma hubiera albergado jamás.